sábado, 28 de febrero de 2015

DEL CALORET AL CANDY CRUSH... QUE VIVA EL GINTONIC

Entiéndanme bien, por anticipado anuncio que soy compasivo con los errores ajenos, pues un servidor que esto escribe, es un mísero esclavo de sus incontables defectos e imperfecciones. Y además la prudencia que aportan las canas y los años, otorgan a todos nosotros -esos que estamos cerca de la vejez- dosis añadidas y necesarias de paciencia, piadosa calma y comprensión ajena.
Es por ello que en principio nada de los sucedido podría despertar y alimentar en mi espíritu la más mínima crítica ácida... a lo sumo, una inocente sonrisa.
Pues si... yo entiendo perfectamente que Doña Rita Barberá, ilustre alcaldesa de la hermosa ciudad de Valencia, acuda al acto inicial de la fiesta grande de las Fallas, con cuatro gintonics y seis vinos. Entiendo que tenga ese "puntillo" de alegría (acaso había sido un mal día y necesitaba un "apoyo extra" o quizás había tenido que acudir a una comida que se prolongó en la sobremesa... y el cuerpo es débil, incluso en las filas de las ilustres "populares"... y a veces pecamos... menos mal que el Señor es comprensivo). Y también entiendo que puesta ya en faena, ¡que todos sabemos lo peligrosa que es la ginebra una hora después de su ingesta!, se venga completamente arriba y del "Caloret" se pase a la "fallet" y se cargue la lengua y la cultura de la Comunidad delante de miles de valencianos... ¡Coño!... tampoco les vomitó encima... Y un mal día lo tiene cualquiera...
Lo peor y lo grave de este asunto es la explicación posterior... Y pasado el día y supongo que también la resaca, la ilustre alcaldesa nos dice que fue "un exceso de preparación del discurso y que tanto exceso (de preparación... que no de alcohol), la dejó en blanco"...
Alcaldesa, para justificarse así, necesariamente hay que tener unas copas... Y lo jodido no es que tengamos un puntillo un día... lo verdaderamente jodido es que ese puntillo aun nos dure al día siguiente y posteriores y sigamos insistiendo en la estupidez.
Y sin tiempo para reconfortarnos, nos regala una segunda perla otra ilustre dama, Doña Celia Villalobos. Allí, al "caloret" del "parlament españolé" -que diría su compañera Rita- cuando su "president" (no confundir con Mas, ni con Pujol, que estos andan tan necesitados que están con una mano delante y otra detrás) don Mariano Rajoy  -ese que ahora saca pecho como los cowboys de westerns rancios- anunciaba que ya no había crisis y que estamos en una nueva era de progreso y mejora (¡aquí en Bergondo, ya se sabe lo que pasa en la rural, aun no se aprecia esa mejora... si ya le insisto yo a mi mujer que debemos de irnos a la ciudad que allí las cosas van estupendamente)... pues cuando el magnánimo Mariano explicaba el final de la crisis, la persona que dirigía el congreso, Doña Celia, salía de su crisis sumergida en la magia del Candy Crash o del Frozen... que la cosa no está muy clara...
No le discuto a la señora Villalobos su elección. Entiendo, y cualquier español de bien así lo haría, que entre la oratoria de Don Mariano y el Candy Crush no hay color... Naturalmente Celia... eso es apostar a seguro... Y comprendo que usted, tentada por el poder mísero e impenitente de la tecnología, cayese en sus redes... Todos lo haríamos... la elección era fácil.
Lo malo estuvo en su silencio posterior... en el silencio cruel del poderoso que no sabe admitir sus errores y sus pecados...
Doña Rita o Doña Celia son señoras de bien, de las que nadie puede decir nada malo... Pero la diferencia entre esas señoras y mi madre es muy grande... Mi madre asumía con humildad sus errores y reconocía sus fracasos... y además no cobraba un enorme sueldo del erario público... Y como mi madre otras muchas...
Por eso, ahora me pediré un gintonic y me jugaré una partida al Candy en homenaje a mi madre, a mi mujer, y a tantas y tantas mujeres y hombres que hacen que este país sea maravilloso y grandioso... Rita y Celia... no estáis incluidas en esta invitación.