CRUEL
No me puedo imaginar a nadie tan cruel. Ella era
dulce, generosa, alegre. Todos la queríamos. Todos los vecinos la adorábamos.
Tenía una sensualidad evidente, llamativa, y llenaba de luz cada espacio que
ocupaba. Era impensable hacerle daño a Yessica.
Había desaparecido hacía dos días. Nadie sabía
nada de ella. Hoy se hacía la batida por el bosque. Ese bosque que yo conocía
tan bien y en donde había pasado tantos momentos de caza. De hecho, había
construido un pequeño galpón, en una zona casi desconocida y perdida, con
material viejo de deshecho. Allí guardaba algunos aperos y pequeñas cosas que
me podrían ser útiles. Además me gustaba, en verano, pasar noches allí. La
soledad del lugar me inspiraba y calmaba esa ansiedad que yo siempre tenía y
que me consumía por dentro.
Nos habían citado al amanecer en el campo de
fútbol a todos los voluntarios del pueblo que quisiéramos participar de la
batida que iba a rastrear el monte dónde podía haberse perdido. Me sorprendió
la inmensa cantidad de gente que allí se encontraba y, en seguida, me di cuenta
de lo mucho que se apreciaba a aquella chica. Yo también la quería. La admiraba
y para mi era un aliciente verla cada mañana bajar las escaleras del edificio
que compartíamos con esa singular sonrisa que transmitía tanta paz.
La Guardia Civil nos fue organizando. Nos entregó
unos brazaletes de colores y nos dividió en grupos a los que se les asigno una
zona. Esos grupos, a su vez, se iban subdiviendo en parejas que no debían
separarse más de cinco metros el uno del otro con el objeto de mantener siempre
revisado todo el entorno. Insistieron en varias ocasiones que convenía rastrear
zonas más pequeñas pero completamente analizadas. Cada grupo de 8 voluntarios
llevábamos un silbato y además debíamos tener los móviles conectados. También
nos advirtieron que si encontrábamos el más mínimo indicio avisáramos
rápidamente a las Fuerzas de Seguridad y Protección que iban acompañándonos.
Tras varios minutos de instrucciones, nos fueron
desplegando. Yo llevaba el brazalete amarillo –no me gustaba ese color- pero
era el grupo que me había correspondido. A mi lado, a izquierda y derecha, dos
señoras a las que yo no conocía. Debían de vivir en la parte nueva y por su
forma de vestir supuse que trabajarían en la ciudad. El pueblo se estaba
convirtiendo en lugar dormitorio de la capital cercana.
Realmente parecíamos un ejército a la conquista
del bosque. Observé a ambos lados y formábamos una multitud. E iniciamos la
marcha.
Mirábamos para el suelo, siguiendo fielmente las instrucciones
que nos había dado. Íbamos avanzando lentamente pero con constancia. La
frescura de la mañana fue mutilada por los rayos de sol que comenzaban a
apretar con fuerza. Me quité la sudadera y me la até a la cintura. Miré a mis
acompañantes; seguían aproximadamente a la misma altura que yo. Agradecí llevar
las botas de montaña pese al calor que comenzaba a apretar. El bosque esconde
cientos de dificultades que no te facilitan el camino. Habían pasado dos horas
–casi el límite de tiempo que se había puesto para esta primera parte- cuando,
en la distancia, me pareció observar algo al lado de unas rocas. Sin dudarlo
comencé a correr, aunque la señora de mi izquierda me gritaba recordándome que
no debíamos correr. Pero no pude impedirlo, tenía un presentimiento. Un
terrible presentimiento.
Cuando llegué al lugar me quedé paralizado. Allí
estaba el cuerpo de Yessica, incluso era fácil reconocerlo por esa blusa de
margaritas que tantas veces le había visto. Las ropas estaban rasgadas. Me giré
para verle la cara y aquello si que me paralizó. Tenía completamente destrozada
la cabeza, ensangrentada y abierta, y los ojos eran irreconocibles. No podía
moverme. En ese momento llegó a mi lado una de mis acompañantes e hizo sonar el
silbato. La otra ya estaba usando su móvil para avisar a las autoridades. Yo
seguía paralizado.
En apenas unos minutos había ya una multitud de
personas. Todos sabían lo que había que hacer. Todos menos yo. Me fueron
apartando del lugar y la policía me preguntó en repetidas ocasiones si había
tocado algo. Yo, incapaz de hablar, solo negaba con la cabeza.
Recuero que una persona del Samur me acercó hasta
un vehículo y me dio de beber algo de auga mientras me repetía que me
tranquilizase.
No era capaz de hablar. Yessica estaba muerta. La habían
destrozado. Como alguien podía ser tan cruel. Precisamente ahora. Ahora que yo
la había secuestrado dos días antes para cuidarla, para mimarla, para
protegerla en el galpón que había adecentado, limpiado y embellecido para ella.
Precisamente ahora que iba a ser la muñeca a la que yo iba a cuidar
eternamente.
No entendía como podía haber alguien tan cruel
como para hacer eso. Tan cruel… tan cruel.