domingo, 31 de marzo de 2024

COMO PAPÁ

 

Se llama Juan, como papá.

Lo he conocido hace veinte días. Traía a mamá en el coche a buscarme a Taekwondo. Fue el mismo día en el que a ella le llevó el coche la grúa. Lo dijo cenando en casa. Algo de la batería o las bujías.

He vuelto a verle el otro día. Mamá me recogió en Teatro y coincidió con él en el supermercado cuando íbamos a coger unas pizzas. Han estado hablando mucho tiempo. Y se miraban a los ojos de forma muy graciosa, y se reían y hubo un momento -cuando mamá me mandó a buscar helado de Stracciatella- en el que los dos se cogieron las manos.

Cuando regresamos a casa, mamá iba muy contenta y no paraba de cantar las canciones de la radio del coche.

Solo sé que se llama Juan y que mira a mamá como la miraba papá hace algunos años.

DESILUSIÓN

 

Había pensado en muchas ocasiones cuanto me habría de echar de menos. Soñé que me desearía sin límites. Que pintaría mi figura y mi nombre en mil papeles. Que abrazaría mi presencia con la fuerza de un tornado. Que escribiría  miles de sensaciones donde yo sería su referente. Que regalaría sonrisas y nostalgias.

Lo había pensado en tantas y en tantas ocasiones

Pero aquella aerolínea de bajo coste no fue una buena elección para mi regreso. Tardé casi ocho días en regresar del centro de Europa.

Por eso cuando encontré su mueca deforme, su boca abierta y aquel horrible olor fétido, entendí que nada era como yo había pensado y deseado.

Aunque reconozco que no toda la culpa era suya. Era difícil esperarme, atada y amordazada, en el sótano de casa y recibirme con una gran sonrisa.

PENSAR?

 

Pudiente y poderosa, pero no tonta. Que ya lo decían mis padres. Que no me fijara en él, que era mayor que yo, que solo buscaba lo que buscaba. Y una… que no es tonta, escogió a aquel otro muchacho mucho mas formal, serio y trabajador. Y me ha ido muy bien. Tengo dos hijos. Soy feliz. Tengo propiedades y una posición. Y hasta veraneo en el Mediterráneo.

Nunca he sido tonta. Nunca. Y mi marido me sigue deseando con la misma pasión de hace veinte años o al menos, eso creo, porque es el único momento en el que parecemos encontrarnos en todo el día. Ya no existen miradas robadas, sonrisas furtivas ni caricias anhelantes.

Hay noches que me cuesta dormir y pienso… No, tengo que ir al médico.

Ya me lo dijo una amiga. Cuando nos hacemos mayores, con la menopausia, surgen recuerdos que debían estar enterrados.

Hay tantas noches que me cuesta dormir. Urge que acuda al médico. No es bueno pensar. No es bueno. Además soy pudiente y poderosa, y tenían razón mis padres. Toda la razón.