FELICIDAD

FELICES

Están felizmente casados. El acaba de pedir una nueva hipoteca sobre la propiedad que heredó de su madre. Ella ha renovado el contrato en la tienda con una más que suculenta subida salarial fruto de las ingentes ventas que realiza diariamente.

Él irá a visitar los museos madrileños este fin de semana, con el ansia desbordada de admirar la exposición de Sorolla en el Palacio Real. Ya se imagina paseando lentamente por los salones de Génova absorto ante la luz que emanará de los lienzos del pintor valenciano. Ella se dejará acariciar por la brisa marina admirando los paisajes infinitos de la costa y verá atardecer, sentada en el arenal, cautivada por las líneas asfixiantes de una compleja novela negra.

El destino, caprichoso, hoy ha vuelto a juntarlos. Se han alegrado de verse. Dos besos, muchas sonrisas y un montón de interrupciones en un diálogo apurado donde tienen tanto que contarse que pronto aparece un molesto silencio. Él no le habla de pintura ni de Sorolla… ella tampoco cita su escapada a la playa. Se despiden con cariño como queriendo prolongar ese mínimo instante que sabe a derrota. Recuerdan, mientras siguen su particular camino, que están felizmente casados.

Quizás esta noche ella sueñe con ver la magia lumínica de Sorolla y él imagine un arenal inmenso e infinito… pero serán felices. Están felizmente casados.

 

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