HABLAR CON MAMÁ
Todos los días lo primero que hago al despertarme es acercarme hasta su habitación y darle un beso. le recuerdo la nota que hay colgada sobre la puerta del frigorífico con la lista de la compra y también le dejo el pastillero con las medicinas. Luego me voy a la ducha y mientras me visto aspiro con ansiedad el olor a café recién hecho que ya inunda la casa. La oigo como tatarea una canción de la Pantoja mientras dobla ropa en el tendedero. Siempre hay sino muy de tonadilleras y de boleros.
Me tomo el café con prisa y le digo un rápido adios pues voy a perder el metro.
Cuando regreso a casa la cena está en el plato sobre la mesa de la cocina y mientras, en el salón, se escucha el rumor de una cadena de televisión... seguramente Telecinco a tenor de las discusiones de unos y otros. Seguramente se haya quedado cabeceando en el sofá.
Otro día más.
Pero tengo que reconocer que no puedo retrasar más la conversación que debo mantener con ella. La noto descuidada, huidiza, como ausente... Y además con esa manía impertérrita que ahora manifiesta de esconderse de mi en todas las situaciones.
No puedo retrasarlo más. Debo hablar seriamente con ella.
Con lo mimosa que ella era antes de que todo aquello sucediese. Siempre pegada a mi, no me daba ni un respiro, todo lo quería hacer conmigo al lado. Y ahora... ni la veo... siempre recelosa y evitándome.
Y todo desde que aquello sucedió. Lo del autobús que se la llevó por delante en paso de peatón... lo de los tubos que la rodeaban en la UCI... lo del tanatorio donde todos se empeñaban en hacerme creer que se había ido...
Decididamente tengo que hablar con ella. Ya basta de bromas... ya no me hace nada de gracia que se siga haciendo la muerta.
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