REFLEXIÓN
Alguien reflexionaba en alto y no puedo evitar reproducirlo:
No basta con llorar para satisfacer tus deudas. Tus pecados están escritos sobre el sufrimiento de otros y siempre tienen un coste emocional enorme. Cada acción que realizamos, de forma consciente o incluso sin reparar en sus consecuencias, influye decisivamente en la vida de los demás.
Somos lo que creamos, lo que amamos, lo que concebimos, lo que construimos. Pero también somos lo que derrumbamos, lo que agredimos, lo que molestamos.
Hay días que uno quisiera aspirar a ser buena persona y simplemente se da cuenta que no merece ni al aire que respira.
Llorar no es una imposición ni una necesidad. E incluso, en ocasiones, se agotan las lágrimas. Lágrimas profundas y densas. Lágrimas que no salen de los ojos sino de las vísceras, de las entrañas, de aquello que algunos llamarían el "puto interior".
Y si, soy consciente que los problemas nunca tienen una única solución, que no siempre sale el sol, que siempre -ante la oscuridad- hay una puerta abierta al horizonte, y que en ocasiones las pérdidas son precisamente la llave de la libertad.
Soy consciente de todo ello. Asumo todo ello. Acepto todo ello.
Pero hoy no me basta con llorar.
Hoy quisiera desaparecer porque llorar no llega para pagar la deuda.
Pero toda desesperación tiene que encontrar su necesaria calma. El infinito escribirá sobre el devenir. Mientras tanto, sin otro recurso, simplemente lloro para intentar calmar el daño. Lloro y sobrevivo. Lloro por mi cobardía a morir... Lloro y reflexiono.
Lloro.
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