20 AÑOS

 

Aparqué el coche. Sonaba en la radio el afamado tango de “Volver”, compuesto en 1934 por Gardel y Alfredo Le Pera. “Sentir / que es un soplo la vida, / que veinte años no es nada, / que febril la mirada / que errante en las sombras / te busca y te nombra….”

Mandé todo a la mierda. Y miré absorto aquel paquete. Sabía que lo iba a hacer.

Quería olvidar por un momento los dramas y las mentiras piadosas. Quería olvidar esa extraña inseguridad que producen los hijos. Alguien debía haber avisado que la paternidad no era tan hermosa y que el matrimonio nada tiene que ver con los finales acaramelados de la películas decadentes de los domingos.

A la mierda todo. No tenía ninguna duda.

Y lo cogió. Lo cogió como el naufrago que se agarra desesperado a una tabla.

Lo cogió, lo miró y negó con la cabeza todos aquellos mandamientos que nos unen con las obligaciones; las obligaciones de ser buen padre, buen esposo, buen amante, buen trabajador, buen compañero, buen ser humano…

¡Qué se joda el Universo! Que cuando uno quiere ser malo lo puede ser.

Que sí… que no quiero saber nada de nadie. Quiero perderme en una isla desierta y que el sol me achicharre. Y beber sin parar… y soñar…

No lo dudé. Lo volví a mirar y encendí el cigarrillo como si fuera el último anhelo de toda la vida. La bendita sensación de maldad, de pecador invisible, me transformó..

Hasta la tercera calada. Ahí empecé a marearme y a toser.

“Veinte años no es nada” dice la canción… Me cago en los imbéciles que escriben letras de tango…

Veinte años y no soy capaz de fumar ni un pitillo. Y suena el teléfono.

-¡Qué si mujer, que sí! ¡Recojo yo a la niña en el aeropuerto y llevo a Eduardo al campeonato! Por cierto, el sábado vienen mis padres a comer…

Miro para el pitillo que casi me quema los dedos. A la puta mierda también con el tabaco. Ya he sido malo un rato. Toca volver a la realidad.

Pero el próximo que me vuelva a decir que veinte años no es nada, juro que lo degüello.

 

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