Dinero antes que banderas...
Creo poco... muy poco en las banderas. Si acaso los únicos colores que aun me encienden, como si fuera un adolescente "preñado" de hormonas, son el blanquiazul de mi Depor... y últimamente -entre deudas y otros avatares- tampoco estos despiertan muchas pasiones en el verde de Riazor...
Considero además que las banderas son fruto de un proceso histórico evolutivo y lo que es hoy, dentro de mil años nada será o aparecerá como algo muy distinto.
Creo más en el ser humano, en el concepto de mundo y universo, en la integración con el medio.... Y afirmo rotundamente, y en eso algo te enseña el peso de la experiencia, que te unen más cosas con "esos otros" que diferencias te separan.
Y, finalmente, tengo como esencia de mi comportamiento aprender a ser mejor a través de los demás, de las culturas y las diversidades... Pero entiendo el nacionalismo como un elemento hermoso de la conciencia social del ciudadano (pues nada malo hay en sentir orgullo de la propia identidad) aunque no sea algo que a mi me identifique plenamente.
Por eso, por ser como soy, me costaba mucho entender esa "guerra abierta" entre nacionalistas españolistas y nacionalistas catalanes. Unos y otros blandían -en el paroxismo de la idiotez, manifestación del carácter que empieza a ser endémica entre nuestra clase política- argumentos tan inútiles, insensatos y mentirosos que debían ser fáciles de contestar... Pero, amparados por un ambiente de crisis y necesidades, supieron muy bien vender entre sus fieles, entre su rebaño ideológico, la necesidad de enarbolar banderas ante la ofensa del contrario. Y, no es nuevo en la historia especialmente en tiempos difíciles y cuando la inoperancia y la ineptitud de los dirigentes no aportan soluciones a los pueblos, que el nacionalismo creciera de forma exagerada entre aquellos que lo prostituyen para obtener beneficios... Insisto, nacionalismo de uno y otro bando...
Pero como nos sucede a todos los que amamos la historia, sabíamos que finalmente las cuestiones acaban clarificándose al fulgor del devenir...
Y apareció que el color verdadero, aquel que unos y otros sentían como propio, no era el rojo y gualda de la enseña española y ni de la señera catalana (que por cierto, hasta comparten cromatidades), sino otro bien distinto...
Familia Pujol, personajes de CIU, empresarios y políticos catalanes; Barcenas, Álvaro Lapuerta, Ángel Sanchís, Sepúlveda, Correa, Ayuso, Abascal (este último, al que no se le conoce un trabajo en toda su vida laboral)... Puestos a escoger parece que los hechos demuestran que los colores que más sienten son los de los billetes... los del dinero... y que la patria, ese término del que tanto se llenan la boca, no está en esta extraña y confusa piel de toro, sino en las Islas Caimán, en Andorra, en Suiza o en cualquier otro paraíso del mundo, o en el centro del Universo que es La Plaza Mayor de Madrid...
Y mientras a los ciudadanos nos siguen alimentando con ese circo del conflicto nacionalista. Y al ciudadano, al ciudadano inteligente, lo que de verdad le importa es que sus hijos no tengan que emigrar, que no existan más desahucios, que el paro desaparezca... Y al final, si unos colores tienen que vencer que sean en todo caso los de mi Depor... los colores blanco y azul...
Ay mi niño, totalmente de acuerdo contigo. Bss
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