REENCUENTRO
I
-Pero, ¿cuándo me lleváis a Coruña?.- era la tercera vez que insistía en la mañana.
Ella le miró con condescendencia. Se notaba que lo quería.
-Ya te lo dije, papá.- le habló con delicadeza.- Mañana por la mañana. Iremos juntos.
El volvió a mirarla. Tenía el mismo gesto sensual y atractivo de su madre. De nuevo insistió:
-Pero, ¿a qué hora de la mañana?
-Papá, por favor. Ni que te estuviera esperando el Rey.- ahora su tono ya no parecía tan dulce. Se le notaba algo exasperada. Cansada de su insistencia.
II
Los he escuchado hablar por la tarde. Creían que estaba dormido en el sofá. Primero susurraban en la cocina y luego, tras comprobar él que yo parecía completamente dormido, regresó y hablaron más alto.
Sé que los dos están preocupados por mí. Forman una buena pareja. Y además saben darse su espacio. Han decidido no casarse pero creo que están buscando un hijo. Al menos, me pareció entenderlo en la sonrisa pícara de mi hija, cuando él le susurró que lo de querer quedarse embarazada ofertaba muchas ventajas.
Hablaban de mí. Dicen que últimamente parezco olvidarme de muchas cosas, que estoy irritable, que pregunto y pregunto –como hoy por la mañana, con lo de ir a la ciudad-, que estoy sin apetito y que hoy he dejado el bacalao casi sin tocarlo. ¡Con lo que me gusta a mí el bacalao!
Mi hija incluso le ha dicho a Jorge que hoy he colocado sobre la cama mi traje de las bodas y celebraciones. Que ella lo ha guardado un par de veces y que yo he vuelto a sacarlo. Le ha insistido en que me vio limpiar mis zapatos negros hasta que quedaron relucientes, con lo abandonado que me había vuelto desde que mamá había fallecido.
III
Estamos cenando. Me tiembla la mano un poco más de lo habitual. Cuándo cojo mi copa de vino se derrama algo sobre mi pantalón. Laura, mi hija, se da cuenta.
-No te preocupes papá.- siempre tiene una palabra amable y mira a Jorge con complicidad.- El pantalón ya lo iba a echar a lavar.
Seguimos hablando pero yo no estoy pendiente de lo que dicen. Mi cabeza es incapaz de seguir la conversación.
-¿Papá? ¿Papá?
Miro, sobresaltado, a mi hija.
-¿Papá? No escuchas que Jorge te pregunta por los jardineros.
Mi mirada salta de uno a otro. Estoy despistado. Intento responder pero parece que balbuceo.
-Creo que viene la semana que viene.- afirmo sin mucha convicción. Realmente no me acuerdo. Ni tampoco me interesa.- Creo que el jueves que viene.
IV
Son las seis de la mañana. Estoy sentado en la orejera que hay al lado de la puerta. Sé que es temprano, pero apenas he podido dormir. Estoy vestido con mi traje azul y mis zapatos negros. Me he afeitado, peinado y echado colonia. Hoy me van a llevar a la ciudad. Sé que es temprano pero soy incapaz de pensar en otra cosa.
Cuando Jorge baja a la cocina y enciende la luz casi desfallece. Al verme allí sentado se asustó tanto que no pudo impedir decirlo:
-¡Coño! Mateo… ¡que susto!... ¿Estás bien?
Al verme sonreír y pedirle disculpas por alterarlo, añade susurrando para no despertar a Laura:
-¿Qué haces tan temprano y vestido como si fueras a la gala de los GOYA?
Jorge me sonríe. Se acerca a mí y me invita a acompañarlo a la cocina.
Mientras hace un café charla conmigo sobre mi aspecto.
-Pues sí que tienes planta. Hoy pareces un “gentleman”.
Lo miro mientras escoge las cápsulas del café. Sabe mis gustos. Conoce perfectamente que por la mañana prefiero un café solo largo de agua.
-Estás tan elegante. Ni que tuvieras una cita.
Jorge es un buen hombre. Creo que mi hija ha tenido suerte. Es un buen hombre y además inteligente. Sabe atar cabos. Sonrío para mis adentros. Hoy voy a verla de nuevo. La descubrí hace un mes. Era ella. Hacía casi 15 años que no la veía. Y seguía igual de cautivadora que aquel diciembre inolvidable.
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