¿A DÓNDE VAN LOS SENTIMIENTOS?

¿A DÓNDE VAN LOS SENTIMIENTOS?

Una vez más se encontraba allí. A solas. La tarde oscurecía y el rumor de la brisa agitando las caducas hojas le recordaba que llegaba el otoño. 

Allí, de nuevo, juntos...

Y como en tantas otras ocasiones le repitió incesantemente, con los ojos preñados de lágrimas, su amor infinito, sin límites, sin cordura que pusiese freno al torbellino de sentimientos.

No tuvo ningún pudor en mostrarse débil. La sumisión de un alma al amor infinito, a la pasión y a la devoción eterna. Absoluta mansedumbre de un espíritu roto. Y mientras lloraba, agitada, repetía incesantemente su nombre. 

La brisa se hacía más violenta y la tarde enfriaba y parecía anunciar agua. Los árboles ya no callaban su temblor y las nubes ensombrecían el cielo.

El sollozo profundo dejó pasó al silencio. Al eterno silencio que siempre invadía esos encuentros, tan llenos de pasión como de ausencias. El maldito silencio que te habla permanentemente de la inmensa soledad.

Y una vez más, rozando con su mano el frío mármol, volvió a repetirle:

-"¿A dónde huyeron tus sonrisas?"

Después, autómata, limpió la lápida, colocó las flores y regó con suavidad los tallos de los tulipanes.

Un último suspiro, un murmullo dócil y un beso derramado a la losa. De nuevo, el silencio. Ese silencio que no deja de mostrarnos los vacíos profundos, esos que somos incapaces de llenar.

Se giró y salió del lugar abrazando su cuerpo pues la tarde, ciertamente, tornaba gris y el cielo ya se había enfadado. 

Por un instante, un único instante, creyó adivinar a sus espaldas un leve movimiento. Cruzó la verja y salió del cementerio.

Y de nuevo volvió a pensarlo: ¿a dónde van los sentimientos?

En la lápida, sin que nadie pudiese distinguirlo, se agitaban las flores mecidas ligeramente por una brisa cálida inimaginable en aquella tarde fría y oscura que amenazaba lluvia.