PARA TODA LA ETERNIDAD

PARA TODA LA ETERNIDAD

Te había observado en tantas ocasiones que podía repetir tu sonrisa de memoria, adivinar cada mechón de tu pelo, describir cada detalle de tu cara. Podía dibujarte, escribirte, definirte. Podía encerrarte en la magia de la semántica y… en esas ocasiones, eras realmente mía.

¡Te había observado tanto! ... Te había admirado de semejante manera… Te había repetido en tantas ocasiones con el objetivo de que mi memoria fuese tu alfarero… que podía hacerte presente en todo momento y con toda la intensidad.

Y de pronto, como el rayo que rompe el silencio y la sobria oscuridad de la noche, todo cambió. Y dejaste de estar en mis palabras, en mis ansias, en mis deseos, en mis sueños, en mi imaginación voluptuosa.

Te marchaste.

Y ahora, en ocasiones, araño la soledad e intento dibujar un boceto que no recuerdo y encerrar en pobres adjetivos la perfección.

Y la tristeza se hace perenne y el vacío es infinito.

Y es entonces, cuando vuelvo al jardín, y te vuelvo a desenterrar con el único objetivo de volver a recuperarte.

Nadie ha entendido tu extraña partida sin ninguna explicación. La mayoría lo atribuye a mi extraña obsesión contigo. Otros afirman que yo era muy posesivo. Unos y otros me miran con despreciativa condescendencia. Y hasta hay algunos pocos a los que le produzco lástima…

Pero yo te recupero después de unas paladas de tierra. Y vuelves a ser mía, durante un instante regresa tu imagen…

Por cierto, debo de agradecer al jardinero su sinceridad. Cuando me dijo que el terreno tenía un PH extraordinariamente neutro y, bromeando, afirmó que si enterraba al perro mis tataranietos lo encontrarían igual, no sabía cuanta tranquilidad estaba aportando a mi deseo de tenerte eternamente.

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