PASIFLORA Y MELISA
PASIFLORA Y MELISA
Como todas las noches, cuando la luna asomaba y la oscuridad nos encerraba, le hacía su infusión de pasiflora y melisa. Mientras calentaba el agua sonreía con dulzura y repetía, dulcemente, arrastrando las palabras, que debía descansar. Después acariciaba aquella camiseta gastada en la que con dificultad se adivinaba la palabra "morriña". Aquel momento excepcional, de pura comunión entre dos almas, se rompía con el timbre del microondas.
Abría los ojos y descubría, una noche más, que ella no estaba allí. Era entonces cuando cogía la taza, se sentaba en el sillón del salón y bebía con sorbos pequeños, como aspirando su espíritu. Y siempre acababa durmiéndose para retenerla en sus sueños.
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