NUESTRA CASA

NUESTRA CASA

Se lo repito todas las noches, con voz dulce y sosegada, con tono delicado y cariñoso.

Que esté tranquila. Que no tema nada. Que yo estaré siempre a su lado. Que nunca me iré de casa.

Ella no deja de mirarme y sollozar.

En ocasiones, se tapa la cara. En otras, solloza y me grita.

Cuando se pone así de violenta prefiero desaparecer.

Ya se le pasará. Así es imposible hablar con ella. Siempre ha sido algo histérica.

Recuerdo que la primera vez que regresé, se sorprendió mucho. Incluso gritó horrorizada.

¡Claro que lo entiendo!

 Me había ido hacía meses y no contaba, de ninguna forma, con mi regreso.

Pero ella tiene que entenderlo.

Es nuestra casa... Nuestra habitación.

Y a mí no me gusta nada dormir en aquel frío cementerio.

 

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