LA CONSTANTE MIRADA

EL MIEDO

Mi abuela apenas sabía leer. Era imposible que fuese de otra forma. Mujer de principios del siglo XX, de clase humilde en la Galicia rural. Mi madre fue algo más afortunada. Aprendió las cuatro reglas, y escribía y leía.

Mis hijas, hijas ya del siglo XXI, son universitarias, globales, digitalmente competentes y capaces de cualquier reto intelectual.

Parece que la sociedad ha cambiado.

Pero, en ocasiones, cuando las observo al llegar a casa, se aprecia en los ojos de mis hijas el mismo miedo, la misma rabia, y la misma impotencia que se escondía en la mirada huidiza de mi madre y de mi abuela. En los ojos de tantas abuelas, madres e hijas…

 

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