JARDINERÍA

Siempre enfadado con el mundo. Aquella baja tolerancia a la frustración me había generado en el pasado y en la actualidad multitud de problemas. Mis padres habían vivido en un continuo combate normativo conmigo; había sido expulsado de tres colegios; era incapaz de mantener unas relaciones sociales adecuadas; no tenía posibilidades laborales. Irritable, impulsivo, ansioso y depresivo... así me presenté ante la nueva terapeuta social. 

Ella, en aquella primera sesión, me repitió un clásico que había oído cientos de veces: la tolerancia a la frustración es muy voluble y puede ser mejorada con el tiempo y la práctica. Me preguntó por mis fobias, ansiedades, tristezas y enfados. Finalmente, tras varias sesiones, decidimos de forma conjunta elegir una tarea que me ayudase a canalizar la montaña de sensaciones que se derivaban del fracaso de mis expectativas y de la insatisfacción de mis deseos.

Debo de reconocer que ha acertado. La jardinería me ha empezado a aportar muchos momentos de sosiego.  En la vieja casa de aldea de mis padres he creado unos parterres extraordinarios. Tan hermosos y floridos que comienzan a llamar la atención. Incluso el ayuntamiento me ha ofrecido la posibilidad de organizar visitas guiadas por la belleza y esplendor que muestran.

Sin duda he mejorado muchísimo mi carácter. Además he descubierto que los cuerpos humanos en descomposición son un excelente abono natural.

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