PENSIÓN
Al principio fue el pésame, luego simplemente el consuelo por la constante aflicción y ahora ya le insistían en que tenía que rehacer su vida. Pero ella, fiel a su memoria, a la memoria de su Paco, no cambiaba ninguno de sus hábitos.
Todas las mañanas acudía a misa de ocho con un vestido oscuro. Después desayunaba en el bar de Genaro un café americano con dos churros. Al salir acudía al Mercado de Abastos para hacer la compra diaria.
Era allí donde más se entretenía.
-Buenos días Carmen, ¿qué desea?.- le decía el pescadero, la frutera o el carnicero.
Luego paseaba por la plaza viendo pasar el tiempo hasta que sonaban las campanas de la Catedral dando las once que era el momento en el que siempre regresaba a casa.
Después no se le veía en el resto del día.
En todo este peregrinaje monótono y continuo solo había una excepción. El veintiocho de cada mes acudía a la sucursal bancaria a cobrar la pensión de viudedad.
Allí, amablemente, le atendía Carlos que, con diligencia, ya le había tramitado todos los papeles hace dos años cuando el coche de su esposo apareció calcinado en una curva con su marido, absolutamente irreconocible, en el interior.
Hubo algún vecino que habló de suicidio pues Paco estaba a punto de perder su trabajo y quedarse en el paro a diez años de la jubilación. Otros en la misma situación que él, decidieron marcharse a otro país, como Norberto, el del bajo, aquel hombre solitario y cabizbajo del que nunca se volvió a saber nada. Chismes y chismes que la gente susurraba a escondidas, fruto de la envidia por la suculenta pensión que le quedó a Carmen. Chismes de vecindario ruin.
Como todos los días Carmen abrió la puerta de casa y llevó las bolsas hasta la cocina. Cerró las ventanas del piso pues ya la casa se había aireado lo suficiente y se acercó al salón. Allí, sentado en el sofá, un hombre leía el periódico del día anterior. Carmen se acercó y le acarició el cabello.
-Tengo que darte una buena noticia. Nos han subido un tres por cien.- y como queriendo corregir el entusiasmo que le parecía algo indecente, añadió.- Quizá mañana le ponga unas velas a Norberto cuando vaya a la iglesia.
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