LA NOCHE ES PARA DORMIR
Me he acostumbrado a no llorar de noche. Sé que me corresponde dormir y es lo que debo hacer. Es cierto que, en ocasiones, me cuesta conciliar el sueño pero es entonces cuando aprieto los párpados con más fuerza e intento dejar mi mente en blanco hasta que me vuelva a dominar la inconsciencia y transite de nuevo hacia el sopor.
Sé que no puedo llamar por mamá. No vendrá hasta que llegue el amanecer y me abra la puerta para darme un dulce beso de buenos días. Ella huele a azahar y a romero, a plantas silvestres y aires de serranía.
Sé que hay otros niños que si duermen con su madre. Yo hubo en tiempo en que también lo deseé. Incluso llegué a enfadarme mucho. Especialmente aquel día que grité y grité por ella mientras, tras la puerta cerrada de mi habitación, me recordaba que debía dormirme, que la noche era para eso, y que ella tenía que ir a sus ocupaciones.
Hubo un día que le mentí, en el que abrí la ventana para ver hacia donde se marchaba. Y observé como montaba en la escoba de rafia que siempre estaba apoyada en el trastero y ascendía velozmente por encima de los árboles.
Desde ese día me he acostumbrado a no llorar de noche. La noche es para dormir y mamá tiene sus ocupaciones.
Comentarios
Publicar un comentario