RITUAL

 

Ha llegado a clase hace un trimestre. Es bellísima. Se llama Elena, como la de Troya. Es elegante, discreta, con una larga melena rubia y unos profundos ojos verdes. No paro de pensar en ella. No duermo, no como, no soy capaz de estudiar ni de hacer ninguna actividad sin que mi cabeza vuele hacia su imagen. Su beatífica imagen que me cautiva.

Intento atraer su atención pero todo es en vano. No habla con chicos. En clase está muy atenta, acude a la Biblioteca en los recreos y siempre acude al colegio acompañada por una elegante señora que, por el parecido, debe ser su madre.

Incapaz de acercarme, de encontrar una oportunidad para transmitirle mi admiración, he navegado por Internet para encontrar alguna fórmula de atraer su atención. En una página de esoterismo y ciencias ocultas encuentro un ritual de Magia Blanca Macumba que asegura que se podrá conseguir que la persona ritualizada sienta una gran atracción hacia ti. Debo hacer un seguimiento de los ciclos lunares, y dejar su nombre escrito en un papel que se mojará con plantas aromáticas y con la que deberé lavar mi cara en la medianoche de la luna llena. Tras el amanecer, debo fijar la mirada solo en la persona deseada.

No confío mucho en todo esto. Pero estoy tan desesperado que cumplo fielmente con el ritual.

Al día siguiente visto mis mejores galas y me dirijo al colegio sin apenas levantar la cabeza del camino. Entro en clase pero la mesa de Elena está vacía. Hay revuelo en el aula ya que la profesora está en el pasillo hablando con la directora. Las dos entran en clase. Seguro que algo ha pasado. La voz de la directora resuena sobre el silencio que se ha posado sobre todos nosotros. Nos anuncia que ha encontrado unos anónimos insultantes y que llamarán a todo el alumnado a su despacho. Sus palabras me dejan helado y clavo la mirada en el rostro enjuto y escuálido de Doña Carmen. Sus facciones duras me producen desagrado y miedo. Ella también me mira y me sonríe dejando ver esos dientes amarillos por su afición al tabaco y la multitud de arrugas que encorsetan su rostro.

El resto del día transcurre sin novedad. Supongo que Elena estará enferma. Tendré que esperar otra oportunidad.

Cuando suena el timbre para irme a casa y salgo al pasillo, veo a Doña Carmen sonriéndome desde la puerta entreabierta de su despacho. Una sonrisa inusual y extraña…

Pero lo más insólito es que hoy Doña Carmen me ha vuelto a esperar a la entrada del colegio y mientras me ha dado los buenos días y me ha acompañado a mi clase me ha pedido que acepte el llavero que regalan a los alumnos que se gradúan en Bachillerato. Ha insistido en que soy tan buen alumno que me merezco toda su atención.

 

 

 

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