LA LEGÍTIMA

 

LA LEGÍTIMA

Todo se hace por un hijo. ¿Cómo iba a tener la más mínima duda? Había que operarlo en Houston y la convalecencia sería larga. Deberíamos trasladarnos allí y, de paso, acostumbrarnos a la vida texana con comodidad, que no todo en la vida va a ser sufrir y también tenemos derecho a vivir el sueño americano

El dinero que estaba guardándose en el cajón, desde hace años, y que crecía progresivamente escondido de la vista de todos porque nunca creímos en los bancos; las joyas y los diamantes que fueron de la abuela Paqui y que se lucieron en palacios y recepciones oficiales; el abrigo de visón y aquella chaqueta singular de marta real rusa que realzaba la figura femenina de forma extraordinaria; incluso el lienzo de Veermer que era el deseo de todos los museos del mundo… De todo me desprendí.

¡Qué importancia tienen las cosas materiales ante la necesidad de un hijo!

Lo importante es poder disponer de las cosas cuando realmente son precisas. Eso, quizá, fue lo que más me costó que entendiera Pablo mientras hundida fuertemente su cabeza en el agua y mis manos apretaban su cuello hasta que dejó de protestar.

Siempre fue un terco. Y él lo había repetido en muchas ocasiones; somos más que amigos. Somos hermanos.

Entonces, ¿no tengo yo derecho a mi legítima herencia?

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