PRESAGIO
Fue un presagio como cuando el gallo canta a deshora o cuando el perro aúlla lastimeramente. Un claro indicio de que la tragedia se iba a cernir sobre el barrio.
Esas señales nunca traen cosas buenas. Y mi madre lo decía: "aléjate de los tanatorios que ya tendrás tiempo para ellos".
Pero el afán emprendedor del presidente de la asociación de vecinos acabó convenciendo a todos. Y la elección era sencilla: entre una discoteca y una funeraria poco dilema había. Seguridad, tranquilidad, enriquecimiento de los negocios del entorno... Y bien que lo defendió Paqui, la de la floristería, o los hermanos Durán que tenían restaurante y cafetería en el solar de enfrente...
La realidad era tan evidente que no hubo ni el más mínimo debate; aquel terreno -escondrijo de mozalbetes que querían jugar a ser mayores y pasiones robadas de parejas nocturnas- sería mucho más rentable y daría más prestigio al entorno con la instalación del Tanatorio que-por si algo faltase- se comprometería a urbanizar los alrededores y a costear la remodelación del parque anexo.
Pero nadie pensó en los indicios que trae la cercanía de la muerte.
La apertura fue un acontecimiento. Delicada, sobria, elegante, la instalación era un ejemplo de excelsa respuesta al triste momento de la despedida de un ser querido. Y como llamativa nota, la distinguida y refinada vestimenta de todos sus empleados que coronaban sus manos con unos impolutos guantes blancos.
Y después de su inauguración todo fueron felicitaciones.
Pero seguían obviándose las señales.
Primero fue la despedida de la Señora Maruja y su vecina, Doña Loli. Ambas compartían todas las tardes en el jardín hasta aquella tarde fatídica en la que se anticipó la tragedia.
Eran muy queridas. El vecindario en pleno paso a rendirles tributo y despedida en el velatorio que, naturalmente, tuvo lugar en el recién estrenado edificio.
Tras ellas y casi con un ritmo constante fueron cayendo de forma sucesiva muchos de los vecinos del barrio. Hubo quien comenzó a hablar de un virus, de una epidemia, y hasta se solicitó un estudio sanitario auspiciado por la responsable sanitaria de la Comunidad Autónoma. Pero todo fue en vano.
El ritmo de mortalidad fue creciendo al tiempo que cada vez era más visitada la Casa funeraria. Y todas las mañanas, mientras el día comenzaba a despertarse, una empleada del Tanatorio limpiaba las paredes de las salas y los pasillos con un desinfectante de exquisita fragancia.
"Aquí huele a vida", decía el gerente mientras esperaba en la puerta la llegada de aquel mexicano que había conocido en su viaje de segundas nupcias. Al principio le había parecido un charlatán. Él mismo se denominaba "tlachiwilisti" y decía que tenía la habilidad de influir en las divinidades, a través de lo sobrenatural, para dañar a otro ser humano.
Y aquella noche de copas en la Ribera Maya, después de tres tequilas, le pidió que se lo demostrase por medio de su rica mujer.
Tres días más tarde de su regreso a España firmó la defunción de su mujer y cobró un suculento seguro de vida.
En cualquier caso siempre pensó que era fruto de la casualidad. Las enfermedades tropicales son muy complicadas. Pero cuando se encargó de promocionar el Tanatorio decidió llamarlo. Cuando le recibió en el despacho, un atropello múltiple se produjo enfrente del local por una distracción del conductor.
Era un buen presagio... y a los presagios hay que hacerles caso pues nadie se fija en ellos.
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