REVISIÓN MORAL
La subida a la cima de la montaña no había sido sencilla. Todo el día llevaba pensando en que debía cumplir una misión y que muchos dependían de él. Llevaba tiempo sin comer y angustiado por lo que le reclamaba el destino.
La noche se hacia plena y fue entonces cuando divisó las tablas de hermoso cedro donde se dispuso a grabar con su afilado cuchillo lo que el cielo le inspiraba. Y habló de amar a Dios y de honrar su nombre y santificar las fiestas. Habló de venerar a los padres a los que tanto debemos. Habló de evitar la muerte de nadie, de no hacer daño al prójimo y de no robar; de no mentir ni codiciar los bienes de otros; de no afirmar falso testimonio y... no... eso no... eso de los pensamientos y deseos lascivos y de evitar actos impuros decidió no escribirlo...
Una cosa era la misión de dar unas normas a la gente para poder vivir en paz y en convivencia, y otra muy distinta la de amargarles la vida. Y además el estaba deseando bajar de la montaña y poder visitar la cabaña de Ruth que, desde que se había quedado viuda, no le quitaba el ojo de encima. Y, a decir verdad, estaba como un pan.
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