PACTO
Tengo que reconocer que me gusta esta casa. Es la que más me gusta de las que he podido visitar en los últimos años... en realidad, desde que sucedido aquello.
En esta casa nunca me han mirado mal. Desde el primer día me han acogido con cariño. Nadie se queja de que hace frío, ni que el aire está denso y pesado, ni protestan porque en ocasiones se les erice el vello, ni les molesta la presión en el pecho. A cambio yo intento no volverles locos con las luces, no mover objetos, no hacer ruidos inexplicables, intentar moderar los cambios repentinos de temperatura y las sensaciones de energía, y no marchitar las flores ni inquietar al gato y al perro.
Desde el principio ha sido un pleno entendimiento. Pero hoy me han emocionado cuando en la mesa de Navidad han puesto un servicio y una silla más... ¡para mi!
Esto es, de verdad, entenderse. Todos aun asumido perfectamente que soy un espíritu condenado a vagar en la eternidad después de mi horrible asesinato y que he escogido esa casa para refugiarme y yo también he comprendido que a ellos les quedan 20 años de hipoteca. Pacto entre caballeros.
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