QUEDARSE

 Daniel siempre quiso asistir a su propio funeral.  Esa idea le llenaba de emoción. Imaginarse allí, protagonista. Fabulaba con aplausos, lágrimas conmovedoras y discursos inolvidables. Quería su espectáculo.

La vida es muy falsa, el destino ruin, y la muerte le llegó. 

Ansioso, su espíritu se materializó en primera fila del Tanatorio… solo para descubrir que su familia y amigos estaban ausentes, con prisas, y solo su gato y la asistenta era los únicos presentes.

Se encogió de hombros. De todos los que había imaginado nunca pensó en aquellas dos figuras.

Y como la vida le debía un espectáculo decidió quedarse. 

Sonriendo, resignado, decidió que su verdadero público serían los vivos… les debía algo de ingratitud.  Y comenzó su sesión de visitas. Ahora no cometería el error de vivo; se comportaría lo suficiente mal para que se acordasen de él eternamente.

 

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