GASPAR

Quién me mandaría haberme apuntado a esa historia. Vale, es cierto. Estoy comprometido con la educación de mis hijos y, por el horario de mi mujer, soy yo el que dedica más tiempo a los niños. En ese sentido tengo que reconocer que ser funcionario nos ayuda mucho. 

Siempre hemos valorado mucho el núcleo familiar. Cuando nació Antón todo parecía sencillo, pero cuando vino Carmen todo se complicó. Mi mujer, Sara, ha empezado a dedicar muchas horas a la oficina. Es cierto que su ascenso ha mejorado nuestras condiciones económicas. Pero llega muy tarde a casa. Y especialmente ahora. Hay días que ya no soy capaz de esperarla despierto.

No es nuestra mejor etapa. Supongo que derivado de no vernos, de no compartir casi nada. Pero todo va a a mejorar en cuanto crezcan los niños.

Pero no sé porque me he dejado líar en esta historia. Cierto, colaboro con la Asociación de Padres del colegio y tengo buena relación con los tutores de los niños. Supongo que soy de los pocos padres, hombres -sin que tenga ninguna relación sexista mi comentario-, que suele estar por allí. 

Cuando Alfredo, el coordinador de extraescolares, me llamó no supe decir que no. Necesitaban un Rey Mago. Y yo, lo tengo fácil. Soy pelirrojo. No hay muchos pelirrojos, altos y parecidos al rey Gaspar. 

Y aquí estoy. Haciendo de Rey Gaspar, junto a un negro muy majo que se llama Fallou y que  pertenece a una ONG que colabora con el cole y junto a Andrés, un antiguo profe del colegio que se jubiló hace ya diez años.

Aquí estoy. Ser Gaspar es fácil. Todo el mundo adora a Melchor o a Baltasar. Gaspar pasa inadvertido. Soy como el dato inútil. 

Pero ahí está. Lo observo en la fila de niños que esperan para entregar sus cartas. No para de mirarme. Enseguida lo reconozco. Es Dani, el hijo del compañero de trabajo de mi mujer. Alguna vez hemos cenado juntos y los niños han estado en casa. Es verdad que últimamente apenas los vemos... Los horarios, lo hacen imposible.

No para de mirarme. La fila se acorta. Se acerca. Y despreciendo a Melchor, se sube a mis rodillas. Trae su carta escrita y dibujada. 

Le sonrio. Intento que no me reconozca.

No lo hace. Me mira. Le pregunto que quiere que le traigamos los Reyes Magos.

Me vuelve a mirar. Sólo me dice que quiere que su papá deje de besar a la mamá de Antón y Carmen...



Comentarios

Entradas populares