SIN TERAPEUTA

 Joder... Me lo dijo. Yo se lo estaba explicando. Y parecía no hacerme puto caso.

Me había quedado sin amigos para hablar de los partidos de fútbol. Mi Depor se hundía y yo ya no tenía con quien derramar lágrimas, con quien discutir de las alineaciones, de la táctica, de la política de fichajes.

Mi mujer me había abandonado. Ella decía que preocupada por mi carácter violento, pero yo sabía que era por ese compañero de trabajo con el que tomaba café todos los días a las 11. 

Joder... el insistía en negar lo evidente. Yo se lo estaba contando. 

Le había también contado lo de mis padres. Que se negaban a abrirme la puerta. Es cierto que un día discutí con mamá y que empuje a papá. Pero fue aquel día tan triste. Yo no me encontraba bien. Todos gritamos. Todos perdimos los papeles. Desde aquel día no me abren la puerta. No me cogen el teléfono. No quieren saber de mí.

Incluso en el trabajo todo va mal. Hoy el jefe me ha comunicado que no me renueva el contrato. Que tengo un carácter difícil, que no le hablo bien a los clientes.

Ellos no me entienden. Se lo estoy contando...  y él... ¡joder!... tampoco lo entiende. Le insisto en que es culpa de los demás, que yo no soy violento, que no son capaces de ver lo que hay en mí...

Joder... insiste en que debo de acudir a un psiquiatra... que él, como psicólogo terapeuta, no es la persona más adecuada para ayudarme.

Joder... se lo estoy explicando... pero... tanto título colgado de los muros de su despacho y es igual a los demás. No me valora.

Me voy... me he quedado sin terapeuta... el yace en el suelo, en un charco de sangre... 


Y seguro que la policía dirá que es culpa mía. Pero fué él quién se lanzó sobre la navaja.

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