NOVEDADES

Admito que estábamos muy aburridos. 

Eran muchos años juntos. Siempre con la misma rutina. Y tampoco fuimos de probar otras alternativas.

Entonces fue cuando vimos aquel reportaje en la televisión, una noche de esas en las que se hace inmenso el tiempo y ninguno de los dos deseaba realmente sentir la piel del otro.

Vimos lo de los disfraces. Lo de representar papeles. Lo de las enfermeras y los médicos. Lo de las esposas y la porra. Lo de los vampiros y las doncellas. 

Casi sin atrevernos lo hablamos medio en broma. Pero al día siguiente ella estaba comprando en Amazon unos disfraces. Y esa noche fue genial. Apasionados. Entregados. Nos arrancamos la ropa con descaro y entrega, de forma furiosa, ardiente, impetuosa.

Y es cierto que ahora todos los viernes me pide, con una lasciva sonrisa, que me ponga el traje de policía y que la detenga, mientras me susurra al oído que es muy mala... muy mala.

No puedo negarlo. Es genial.

Pero también debo reconocer que el otro día, cuando nos paró en el coche la Guardia Civil por exceso de velocidad en el tramo del Ayuntamiento que está al lado de casa, observé en sus ojos un deseo impetuoso por ser poseída. Y no estaba mirando para mí. 

 

 

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