AMIGO
Era lo que correspondía. La he acompañado hasta la Morgue para auxiliarla en ese desagradable trámite. Desde que recibió la llamada de la policía no ha parado de llorar desconsolada.
A pesar de las diferencias está claro que le seguía queriendo. Par algo había sido su pareja durante casi veinte años y el padre de sus dos hijas.
Y supongo que él también la quería. Aunque fuese un bebedor, un mal nacido, un marido infiel y desnortado, un mal padre que se gastaba los ahorros en placeres y que incluso llegó a pegarle e insultarla. Pero era su marido... y recuerdo que, en aquellas cenas que solíamos hacer una vez al mes, se miraban con un magia especial, como si ella olvidase que enfrente estaba un monstruo.
Ella no lo veía pero yo sí. Ahora estoy aquí, a su lado, Proporcionándole mi hombro para que tenga cobijo y consuelo. Secando sus lágrimas, acariciando su fría e inquieta mano.
El forense separa la sábana y aparece el cadáver. El rostro aparece desfigurado completamente, con los ojos perforados, la boca sin dientes, la frente y el mentón completamente hundidos, y una nariz desaparecida. Es lo que tiene que una furgoneta aplaste tu cabeza.
Ella se tapa la cara, gimiendo de dolor, pero sabe que es él por los dos tatuajes que aparecen encima de su pecho. Le entran ganas de vomitar. Incluso a los inspectores de policía que nos acompañan les cuesta mantener la compostura y giran inmediatamente para mirar hacia otro lado.
El único que mantiene las formas soy yo. Aunque tengo que confesar que me ayuda mucho el hecho de haber visto esta imagen hace ya doce horas... aunque en aquel momento la sangre, más fresca, matizaba la monstruosidad. Especialmente al bajarme de la furgoneta y contemplar que se había hecho justicia.
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