HAMBRE

 Al principio fue divertido. Aparte de las incomodidades naturales y derivadas de la falta de electricidad, aquellas primeras jornadas fueron toda una aventura y, además, una extraordinaria oportunidad para saltarse las normas. Y si no que me lo digan a mi, que pude espiar a todas horas a la vecina del segundo a la que ya venía siguiendo desde que llegó al edificio, y más en estos nuevos momentos pues se veía en la obligación de subir la persiana y abrir las cortinas para que pudiese entrar algo de luz natural en su habitación.

Yo sigo siendo optimista pero reconozco que la desilusión se ha instalado en todos. Llevamos ya tres meses sin energía y esto no parece tener una solución fácil. Los institutos siguen cerrados -lo que sería una gran noticia- pero junto a ellos, los supermercados han sido saqueados, los bancos están protegidos por militares y son escasos los vehículos que circulan. No hay gasolina, atracadas tiendas y establecimientos diversos, resulta muy complejo conseguir alimentos y, con las despensas y las provisiones acabadas, el hambre comienza a dominarnos. La situación realmente es alarmante y toda precaución es poca para intentar mantenerse seguro y a salvo.

Pero incluso con todas estas dificultades, mi obsesión por la vecina no ha podido rebajarse. Aunque mucho más delgada, sigue alimentando en mi una profunda devoción y un adolescente deseo de intercambio carnal. Hoy la he visto subir la escalera y, por fin, me he atrevido a proponerle una cita.

Ella me ha mirado de arriba a abajo y -cuando ya creía que me iba dar calabazas- sorprendentemente, ha aceptado mi propuesta.

Hemos quedado hoy, al anochecer, en el antiguo polideportivo de al lado de  casa que ahora está completamente bandalizado y medio derruido.

 Me he arreglado con lo mejor que tengo y he puesto las últimas gotas de colonia que conservaba en mi dormitorio. Las tripas me hacen ruído... yo creo que son los nervios aunque no descarto que también pueda influír el que llevemos dos días en casa sin poder llevar nada a la boca.

Acudo a mi cita repleto de ilusión. Ella está allí... esperándome. Hay que reconocer que estas jornadas también la han desmejorado un poco, pero sigue siendo bellísima, con un atractivo especial.

En cuanto me ve, no lo duda, no tengo ni que articular palabra, ya se lanza a mis brazos.

¡Pura pasión!... pero parece que me está mordiendo demasiado fuerte en el cuello... siento sus dientes clavándose en mi piel y rasgando mi carne... ¿tanta pasión despertaré?

Comentarios

Entradas populares