ARIEL Y ERIC
La primera regla era que debíamos pasar desapercibidos. Habíamos decidido usar nombres de personajes de literatura negra. Los dos solíamos leerla y nos pareció que era una forma más de conectar con nuestra identidad.
Porque eso fue lo que pasó desde el principio; que lo nuestro era pura conexión vital. Pura pasión. Pura entrega. Pura vida plena. Nos amábamos, nos reíamos, nos mirábamos, nos necesitábamos... como dos adolescentes ansiosos y delirantes.
También habíamos acordado que lo nuestro sólo podía durar lo que dura la lectura de una novela. Era la única forma de mantener viva la llama y de no que no afectara a nuestro entorno.
Aquella semana fue intensa y grandiosa.
Después, en la despedida, decidimos darnos otra oportunidad. Y escogimos la novela de terror. Era una forma de entender que habría definitivamente un final, como sucede en ese género que todo acaba con la muerte... así también debía morir nuestra pasión gemela y ávida.
Pero todo fue en vano. Desde ese momento hemos recorrido el género fantástico, la novela policial, la romántica, la de aventuras. Nos hemos pasado al teatro, hemos acudido incluso el ensayo y la literatura filosófica. Hemos transitado por la dramaturgia y la poesía, la comedia y el epigrama.
Y hoy, mientras le leo un cuento a mi nieta que trata de una sirena que arriesga todo con tal de salir del mar y estar junto al príncipe que se ha enamorado perdidamente de ella, más allá de su condición singular, se me ha ocurrido una nueva opción.
Más tarde reservaré habitación de hotel en aquel paraje que tanto le gusta. Reservaré la habitación a nombre de los Señores Marina: Ariel y Eric. Hay aun un nuevo género por descubrir... y vaya si quedan posibilidades.
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