ENTREGA
Mientras me das el puré y me limpias los labios con la torpeza que deja mi invalidez, me sonríes profundamente. No paras de recordarme que soy muy valioso aunque apenas pueda moverme de mi silla de tetrapléjico. Añades que luego iremos a dar un paseo por la playa para recoger conchas y caracolas.
Y yo te miro asombrado. Asombrado de que estés a mi lado. Y tu me miras agradecida, locuaz y apasionada.
Y no soy capaz de entender la vida. Ni tu entrega. Ni tu devoción. Ni tu plenitud por prolongar esta agonía en la que sobrevivo.
Tampoco soy capaz de entender que me empujaras por la escalera cuando te confesé que estaba enamorado de otra mujer.
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