PUZZLE

 Fue un acuerdo al que llegamos. Ella no quería pero era evidente su deterioro desde que vivía sola. Ahora voy todas las tardes a visitarla cuando ella regresa, siempre enfadada, de su taller de estimulación de memoria. Siempre me dice que allí solo hay viejas y viejos que no se acuerdan de las cosas pero que ella no es así. Pero sabe que debe cumplir el acuerdo. Un acuerdo al que llegamos tras varios episodios: un día fue la sartén en el fuego; otro fue la puerta abierta de la calle e incluso el olvido de la tarjeta y el dinero en el cajero.

Pactamos que cuando acabase el puzzle de 500 piezas que tenía encima de la mesa del salón y que representa los jardines de Versalles podría abandonar el Taller.

Cuando la visito y cenamos juntos, antes de acostarse, me enseña sus progresos en el puzzle. Sonríe satisfecha y me muestra con orgullo sus avances. 

Le cojo su mano con cariño y la ayudo a acostarse. Un beso de buenas noches. Toda la dulzura de la maternidad resumida en ese mimo.

Antes de irme y cerrar la puerta con cuidado paso por el salón y retiro dos docenas de piezas del puzzle. Hoy he escogido las que conforman la base central de la fuente de Apolo y los parterres geométricos del fondo. El Taller no hace milagros.


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