CEGUERA MATERNAL

 -Solo tiene que calmarse. El es así. Es que tiene un pronto que, en ocasiones, le puede. Pero es muy buen hombre, ya era un pedazo de pan desde que era chico... lo que pasa es que tiene carácter.

El policía la sigue mirando con los ojos fijos. Y ella añade:

-Es el mismo carácter que tenía su padre,... ¡y qué buen hombre fue!...Todos los vecinos lo querían, y a cuántos sacó de apuros cuando se mudaron aquí. Y él ha heredado esos arrestos que le ciegan.- y como suplicando, añade.- Pero, verá agente, en cuanto se tranquilice es una seda y todo corazón.

El policía la sienta, mientras la enfermera que se ha desplazado en la ambulancia le intenta parar a aquella señora la hemorragia de su cabeza que tiñe todo el cabello plateado de un intenso color rojo.

Enfrente una cocina destrozada a golpes, pedazos de cristal por el suelo y los restos de la furia en manchas en la pared y en una silla y una mesa rota. Al fondo, un hombre esposado y maldiciendo, mientras es sujetado por otros dos policías.

Pero ella le sigue insistiendo a la enfermera:

-Anda nena, que yo estoy bien. A mi las heridas me sangran mucho pero es por la medicación que tomo para el corazón y estos moratones en los brazos y en las piernas ya los tenía... son de la circulación. Anda nena, atiende a mi hijo, que el pobre por mi culpa se ha puesto muy nervioso... y no dejes que se lo lleven esos guardias... que él enseguida se calma... y soy yo, que soy una vieja chocha, quien lo pone nervioso.

 

 

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