ILUSO

Aquel día, en el convento de Santa Clara, tampoco me quisieron las tres docenas de huevos de corral que había llevado para asegurar, como repetía tu madre, el buen tiempo en el día de la boda.

Y el sastre al que encargué el traje sufrió un infarto con lo que tuve que alquilar un chaqué. Y los anillos que habíamos escogido en la joyería... tres días antes de recogerlos, un vil atraco limpió todo el material del establecimiento. Y lo del COVID de tu peluquera, y el maldito sarampión de los niños de arras, y tantas y tantas señales... Y ahora en el coche, camino de la iglesia, acabamos de atropellar a un ciclista. Y yo empeñado en cumplir con lo prometido -no entiendo la razón que me guía- me busco un taxi pero estoy seguro que acabaré presentándome en el altar.

Siempre me dijeron que no sé leer los avisos del destino. Tonterías. Vanas tonterías.

Lo único que me ha parecido algo extraño es que cuando el sacerdote te ha dicho eso de "prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así́ amarlo y respetarlo todos los días de tu vida", has mirado para Eduardo, mi mejor amigo y con quien últimamente tomas café todas las tardes, para luego musitar un "si quiero" sin mucho entusiasmo...

Pero bueno, tú siempre fuiste algo sosona... y no creo yo que el destino me mandé señales contra mis apasionadas y entregadas ansias matrimoniales. Repito... eso son tonterías. Seguro que vamos a ser muy felices.. 

 

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