LATÍN

 Fue verla y quedarse cautivado de ella. Nada podía apartarla de su cabeza. Una mera entrevista en un despacho, una sonrisa generosa y delicada, unos documentos intercambiados, una pequeña charla, unas palabras amables. Desde aquel momento él siempre la vio distinta. 

Y cada mañana, en un ademán generoso de voluntarismo, se situaba frente al espejo con la determinación clara y precisa de conquistarla. Ensayaba sonrisas, poses seductoras y una ceja levantada que parecía más un tic nervioso que un gesto galante.

Un día, decidió que lo único que le faltaba era confianza en su físico, dominio de su porte, asegurarse que su cuerpo tenía la capacidad suficiente para llamar la atención y seducir por sí mismo. No dudó en apuntarse al gimnasio… la intención se prolongó un mes escaso, hasta poder comprobar que la vida es sabia y "Quod natura non dat, Salmantica non præstat".

Entendió pues que lo suyo no era el sudor sino el pensamiento profundo y sin demora adquirió profundos libros de filosofía y razonamiento. Bucear en la erudición fue su apuesta. Pero tampoco la mente era su talismán y enseguida entendió que hasta a los dioses les cuesta saber y amar a la vez ("amare et sapere vix deo conceditur") por lo que prefirió darle otro uso a los libros empleándolos como posavasos.

Todo lo intentó y en todo fracasó. Era ella demasiado perfecta, demasiado grandiosa.

Pero como el destino se empeña en escribir sus propios renglones sucedió lo imposible:  vitam regit fortuna, non sapientia (la fortuna, que no la sabiduría, gobierna, nuestras vidas) y de este modo un mediodía de primavera compartieron un café mientras la brisa agitaba camisas que ilusionaban ojos profundos. Y el tiempo construyó lo que la naturaleza impedía por razón y lógica; vires acquirit eundo, y los sentimientos crecieron con cada nuevo encuentro. Finalmente un sueño eterno se mantiene esperando que esos momentos especiales sean eternos ("amicitiae nostrae memoriam spero sempiternam fore") ... al menos que perduren tantos años como el latín.