OLEO DE POETAS

 En el campo yermo y solitario, quemado por el sol y árido por el olvido, he decidido gastar mis ahorros.

El abuelo me había contado que en aquel erial habían fusilado a decenas de personas. Eran tiempos ingrávidos e infelices. Tiempos de nostalgias y silencio. Tiempos de ausencias cobardes y profundos miedos.

Dos hectáreas de tierra estéril. Piedras, arena y tierra quemada. Como las almas de los asesinados. Pérdidas para la eternidad.

Ignorante de las leyes de la naturaleza, decidí, atrevido, plantar y regar... verter agua para que la pureza ahuyentara la maldad y la vergüenza.

Y junto a los olivos incipientes escondí versos que decían " Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena" o que lloraban "queriendo ser el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano"...

Han pasado los años y los olivos han dado aceite... y en mi vejez, ese líquido de oro sabe a paz, a serenidad, a grandeza. Sabe a  esa pureza que late "sin querer justificarte, como haría un leguleyo. Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso. España mía, combate que atormentas mis adentros,
para salvarme y salvarte, con amor te deletreo".

 

 

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