IMPRESCINDIBLE
Dicen que nadie es imprescindible. Amparados en un "buenismo" exagerado y engañoso, todos aparecemos como modelos de virtudes y comportamientos, como capaces de ejercer los mismos papeles, como sustitutos válidos de la perfección. Pero sabemos que eso es mentira.
Dicen que nadie es imprescindible, que el mundo sigue girando aunque falten nombres, voces y manos. Pero hay presencias que no se limitan a ocupar un lugar: lo inventan. y si ellos faltan, los silencios se ahondan hasta el extremo y las rutinas pierden todo tipo de compás.
Ella es así. No está hecha de gestos grandilocuentes, sino de detalles invisibles: la palabra exacta cuando el silencio pesa, la risa que desarma las sombras, la mirada que recuerda que existen horizontes limpios y puros.
Cuando se vaya, la casa no se vaciará de espacios ni de muebles, sino de profundos latidos. De hecho no negaré que el aire seguirá entrando por las ventanas, pero no sabrá dónde posarse y sobre todo, desconocerá plenamente, como rozarnos la piel para despertar plenos sentimientos. Y será entonces cuando entendamos que lo imprescindible no es lo que retiene la vida, sino aquello que la hace reconocible, habitable, respirable.
Porque hay personas que no solo acompañan y dibujan el camino: son el propio mapa, la brújula y la luz que revela y crea, como un ser todopoderoso, la forma de las cosas. Sin ellas, la realidad se descose un poco, se funde, se rompe, se agrieta.
Y es, sumidos en la oscuridad densa de esa grieta, cuando recordamos, con la fuerza de lo inevitable, que sí existen seres imprescindibles: aquellos que nos enseñan que el mundo, sin su huella, ya no es el mismo.
Son los imprescindibles. La perfección.
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