LUZ
Vivía en el rincón izquierdo de mi mente, donde las ideas se descomponen lentamente. Conocía bien su nombre. Tambien su presencia. Siempre permanente. Siempre constante. Siempre necesaria. Como el aliento para vivir
Tenía cuerpo de abrigo viejo y voz de lápiz mordido. A veces mudaba en pájaro. A veces era una conversación. En otras una reflexión. Y en ocasiones se tornaba en la conciencia que me hacía dudar de mí. Una ausencia, un silencio, un hueco del azar, un ser indefinido en su perfecta definición.
Lo alimenté con entregas apasionadas, con confianzas plenas y con secretos inconfesables.Le dejaba espacio en mis decisiones, en mis excusas, en mi espalda encorvada.
Pero anoche soñé con una casa en llamas, y él bailaba dentro, como si no sintiera nada. Desperté con el olor del humo que no existía y su mirada atravesando mi espalda.
Así que hoy lo eché. Sin drama. Sin lágrimas. Ya fueron cayendo muchas en este último año.
Le abrí una puerta en medio del pecho, y le dije:
—Ya no cabes en mí.
Se fue caminando hacia el espejo, donde se desdibujó sin mirar atrás. Desde entonces hay un hueco extraño en mi cabeza.
Pero por primera vez en mucho tiempo… entra la luz.
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