LA PRÓXIMA

Hacía ya al menos diez años que no coincidíamos. Desde mi boda.

 Fue vernos en la cola de una parada de taxis, y decidir quedar para cenar. Debíamos ponernos al día. 

Yo seguía con mi plaza de maestro rural en Paiosaco. Dos niñas pequeñas y una mujer que hacía sustituciones en colegios concertados. Lo justito para llegar a final de mes. 

"Por favor, camarero, pon otra de López de Haro y una más de vieiras".

Se le veía entusiasmado en la cena. Luego llegaron las navajas y las cigalas, y la lubina a la sal.

Me contó como le iba la vida. Un sin parar. De ciudad en ciudad, rifado por las mejores empresas y que apenas tenía tiempo para nada. Hoy Madrid, mañana Tokio, el finde quizás en Dublín... 

El  soufflé de mango y coco del postre estaba excelente. Pidió dos Macallan y ahí se sinceró.

"Perdona, pero en mi boda no pude invitarte pues fue todo muy rápido y no tenía tu teléfono, pero ya me hubiese gustado que asistieras... ya me hubiese encantado... lo que allí hubo... fue como el paraíso".

Luego hablamos del Instituto. Nos reímos contando las múltiples anécdotas que habíamos acumulado en aquella etapa donde hicimos una gran amistad. Y volvió a hacerme reír con los "simpa" por los que se había hecho famoso en aquellas tascas a las que acudíamos a beber las cervezas y copas los viernes por la tarde.

Y luego sonó el teléfono. Habló en inglés. Se veía que se movía en ambientes selectos. Cuando colgó, me contó algún detalle sobre su próximo viaje, apuró el wisky, y se levantó dándome un fuerte abrazo.

-Como me alegro de verte. Tenemos que quedar pronto. Esta te la dejo pagar para celebrar que tienes dos niñas, pero la próxima la pago yo. Cuídate y ya nos vemos pronto.

Y se fué... se fué sin invitar. Como a la boda, como en el Instituto... 

  

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