DESGRACIA

 Desde que el abuelo me lo contó, lo distingo en todas las situaciones.

Cuando intentó explicármelo me narraba historias que no comprendía y me recitaba, casi como una  vieja letanía monocorde, un sinfín de realidades que no comprendí.

Pero ahora lo distingo. Sé de que me estaba hablando.

Lo veo en el temblor en la voz de mamá cuando dice que está bien, en la mirada fija del carnicero mientras pesa la carne, en el silencio incómodo de los vecinos al cruzarse en el pasillo, en la voz ausente de papá cuando habla de su trabajo.

El abuelo lo llamó el brillo antes de la desgracia: ese instante mínimo en el que algo en el aire cambia y todo está a punto de romperse. Me dijo que lo aprendió en la guerra, justo antes de cada bombardeo.Hoy lo vi en los ojos de mi profesora antes de darnos la noticia. 

Mañana… ya no habrá escuela.

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