EL SECRETO DE SU ESPLENDOR
Aquel convento de clausura seguía sobreviviendo. ¡Qué digo!
Seguía superando las décadas y, pese al laicismo imperante en la sociedad que marchitaba cualquier retoño de espiritualidad, las vocaciones se mantenían e incluso se acrecentaban año tras año.
El Obispado estaba asombrado. Todos los demás conventos o agonizaban en una muerte casi anunciada o se ya habían cerrado definitivamente. Pero este se mantenía vigoroso y pleno.
Acaso sería el aire y la brisa del mar contiguo que le configuraba un aroma especial; acaso esa ubicación presidiendo y custodiando la entrada de la ría; o quizás fuese la fuerte implicación de todo el vecindario en su protección sabiamente armonizada con la discreción necesaria que permitía que las instalaciones de las viejas salinas contiguas al monasterio tuviesen una intensa actividad nocturna con decenas de planeadoras... que a Dios rogando pero con el mazo dando.
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