ENTREGA

 

Así se escriben los hilos del destino.

Ella siempre llegaba cuando yo ya me iba. Yo siempre estaba en sus ausencias. Nuestros huecos eran la historia que escribía el azaroso destino jugando a ser cruel. Páginas distintas, siempre opuestas, de un mismo e intenso relato.

Jugamos a rozarnos la piel queriendo pagar un café. O a vibrar nuestras miradas en un encuentro aislado, o a compartir sonrisas delicadas, silencios incómodos, apasionados deseos que no se podían verbalizar. Fuimos todo sin ser nada.

Incluso, en ocasiones, nuestros nombres se escribieron sobre las sombras que dejamos en los tiempos que no estuvimos.

Pero todos los diciembres, cuando el frío aprieta y el cielo gris se enfada,  vuelvo a preguntarme si ella también siente que el mundo está llorando por lo que el azar impide al oponerse a aquello tan hermoso que se ha creado en la nostalgia permanente de la entrega más perfecta.

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