ENGAÑO

Paula se para delante de la casa azul como todos los días desde hace tres años. Sabe que lunes, miércoles y viernes son días especiales. Aparca siempre al lado del frondoso árbol que está más alejado de la carretera. Sabe que cuando salga tendrá un poco de miedo pero es la única forma de asegurar que mientras se cambia de ropa nadie podrá verla al cruzar por la calle.

Luego se pinta los labios, se maquilla un poco y se pone los pendientes y la gargantilla dorada con la amatista azul.

 Lista. No duda en dirigirse a la puerta. Al abrirla, silba una canción y llama con delicadeza preguntando por mamá. Una señora oronda, de profundos ojos negros, sonríe alegremente al verla. Hay una intensa complicidad entre ellas...

Paula la dejará acostada y volverá a su casa donde sus hijas estarán tomando la cena que le ha preparado su verdadera madre. Como todos los días le costará entender la situación y agradecer a su auténtica madre todo lo que hace para que ella pueda alimentar falsas ilusiones en otros lugares.

Cuando empezó en esto de la  asistencia domiciliaria ya le explicaron que la implicación no podía confundirse con  la devoción. Pero como le podía decir a la señora Elida que, aquel día que la vio con el pelo rizado, no era su hija Carlota... la misma de la que no tenía noticias desde hace 10 años. 

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