VENGANZA

 

¿Y si esperásemos a mañana? —dijo Laura, con ese tono de voz agudo y estridente que tanto me sacaba de quicio.

Ojalá pudiera contestarle, pero ya se sabe… ser un cadáver tiene sus limitaciones.

Martín la miró con esa cara de elegante necio y petulante que tanto le identificaba y que a mí me daba ganas de morirme… bueno, más de lo que ya estaba.
—Mañana es arriesgado —respondió él—. Hoy nadie sospechará.

Ah, sí, claro, porque enterrar a tu mejor amigo en el jardín de tu casa es de lo más discreto. Qué genios…

Laura se inclinó hacia mí, mirándome incluso con algo parecido a la ternura, y suavemente musitó como si pudiera escucharla.
—Tranquilo, Julián, será rápido.

¿Rápido? Llevan dos horas discutiendo sobre el tamaño del hoyo, y no es que yo esté cómodo aquí tirado, ¿sabes?

Martín volvió a refunfuñar. 

 —Vamos, ayúdame a moverlo. No puedo hacerlo yo solo.

Laura suspiró y me agarró de los pies mientras se lamentaba y se quejaba:

-Hasta muerto das trabajo. ¡No sé la razón por la cual me casé contigo! 

Yo sí lo sé, Laura. Era por mi dinero. Lástima que olvidaste un pequeño detalle: hace tiempo que cambié el testamento y lo puse todo a nombre de mi querida hermana, esa insoportable postmoderna, "perroflauta" como la llamabas… y que ya debería estar llamando a la policía… ahora mismo.

Mientras me arrastran y me introducen en aquel hoyo del parterre y comienzan a arrojarme las primeras paladas de tierra.

De pronto, a lo lejos, escucho las sirenas cada vez más cercanas.

Incluso muerto la venganza sabe a victoria.

Comentarios

Entradas populares