FUNERAL

Era lo que siempre había deseado. Cuando abandoné el barco en medio de la ría, aquella noche tenebrosa de septiembre, sólo pretendía poder comprobar algo que ansiaba desde que tenía uso de razón.Sabría que me buscarían desesperadamente, que habría algunos que me echarían en falta y que posiblemente causase algo de revuelo mi ausencia.

Y la respuesta colmó todos mis anhelos.

 La iglesia estaba llena, acudió al funeral mucha más gente de lo que yo podía imaginar e incluso -aquellos que se habían alejado de mi en los últimos tiempos- aparecieron con el rostro compungido y los ojos llorosos.

Observar aquella escena desde el ventanal del apartamento que tenía alquilado frente al atrio de la basílica colmó todos mis deseos.

Pero debía regresar... y estaba seguro que -aunque supondría una sorpresa- las lágrimas por el vacío que aparentemente dejaba mudarían en alegría desbordada por el milagro de la resurrección.

Por eso no entiendo ahora la reacción de mis hijos. Acorralado me tienen contra la pared del estudio. Negando y amenazando furiosos. "Que si ya se ha repartido todo... y a que vengo yo ahora"... E incluso mi mujer, que desesperada casi se desmayaba hace unos días ante la dolorosa homilía del sacerdote que glosaba mi trayectoria hasta mi desaparición, no deja de afirmar con rotundidad: "Al mar... hay que tirarlo al mar"...

A lo mejor no fue buena idea lo de anticipar mi funeral. 

Comentarios

Entradas populares