UNA BUENA LECTURA
Había acabado el libro. Miró de nuevo la cubierta y guardó el marcapáginas en el cajón de su mesilla. Durante cuatro días estuvo unido a aquellas páginas olvidándose del mundo y de las obligaciones. Divertido, ilusionante, convincente, alentador. La historia te atraía desde el primer instante y resultaba imposible no sentirse confortado con su lectura. Fue un bálsamo de paz en su largo periplo por la desesperanza... ¡que pena que solo fuese ficción!
Después dejó el el libro en la estantería, se acercó a la ventana, la abrió de par en par y se lanzó -sin dudarlo- desde la altura de su octavo piso.
Mientras caía al vacío solo tuvo un pequeño remordimiento: no poder leer la secuela de esa novela.
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