DONANTE
Fue todo muy rápido. Aquel día en el gimnasio me había exigido demasiado y además por la mañana había estado con Julia, mi secretaria, que desde que se ha separado tiene una intensidad amatoria infinita, verdaderamente infinita. Y después de los 55 ya no basta con el deseo para cumplir... uno necesita ayudas.
Además llevaba ya varios días preocupado por ese extraño malestar pero no quería darle mayor importancia. Y en el trabajo todo eran problemas. Cuando me llamó mi socio para comunicarme la rescisión del contrato de aquel cliente tan esperado sentí una extrema dificultad para hablar y entender lo que otros están diciendo, y un entumecimiento y parálisis de la cara, del brazo y de las piernas.
La ambulancia conduce con celeridad aunque todo indica que no hay solución. Todo señala un grave accidente cerebral y no hay síntomas de vida.
En el hospital certifican la defunción.
Estoy en la lista de donantes. Inmediatamente se ponen en contacto con la familia para autorizar la donación. Todo se hace con urgencia.
Han pasado tres meses. Me despierto. Estoy en la habitación de un hospital y a mi lado una mujer alta y delgada que me sonríe. Me acaricia la mano y me dice que va a avisar a la enfermera para que me aseen. La miro extrañado.
Me llama "mi vida". Me dice que por la tarde vendrán los niños a verme... Me dicen que me he salvado gracias al corazón de un donante anónimo...
No la conozco. No sé quien es. Pregunto por Julia, por mi socio, por mi negocio... pero la mujer que está mirándome, algo asombrada, me insiste en que me tranquilice.
Me dice que me llamo Paco. Que soy profesor de Inglés en un colegio concertado y me pide que me fije en mis hijos mientras me enseña la foto de dos niños pequeños...
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