ESPERANDO

 Todos los días paso parte de la mañana con la mirada fija en la ventana. A través del cristal adivino un horizonte extraño. Ese horizonte que se me asemeja salvaje y dramático. Ese que me asusta y me conmueve.

En ocasiones, en los días grises, la lluvia golpea con violencia e impide que pueda jugar a adivinar que se puede esconder más allá de la honda negrura de los árboles del fondo.

Desde hace algunos meses me parece divisar figuras que se asemejan a nosotros, pero papá lo dejó claro: ya no queda nadie ahí fuera. Pero no sé, yo no cejo en mi empeño en comprobar que aun pueda existir la esperanza.

Los días se suceden  y el paisaje solo muda en colores y en frondosidad. Nada que indique que ha vuelto la vida al exterior.

Tengo hambre. Hace ya muchos días que se han acabado las pocas latas que cubrían el estante de las provisiones en el almacén. Ahora, vacía y desolada, la pared parece recordarnos nuestra inmensa necesidad.

He intentado evitarlo pero creo que hoy lo tendré que hacer. Ayer ya tuve muchas dudas y no he dormido en toda la noche pensando en lo inevitable. 

Intento taparle la cabeza, aunque se que no me ve, pero no quiero encontrarme los ojos de mi hermana mientras le corto un trozo de lo que le quedaba de la exigua barriga que mostraba antes de morir.

No sé como se lo podré explicar a papá cuando vuelva a verlo. Pero ya han pasado seis años en este sótano y necesito seguir vivo para esperarlo... el dijo que regresaría por nosotros.

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