NO SOY VALIENTE

 La miro de soslayo, casi sin atreverme a separar los ojos del suelo frío y blanquecino de esa sala de hospital.

La enfermera insiste en que he sido una valiente, que no he dejado escapar ni una lágrima, y que mientras me cosía la pierna me mostré calmada y estuve muy quieta.

La enfermera es muy guapa, dulce, agradable, parece muy tierna. Ha sido buena conmigo, pero no sabe lo que dice... ¡yo no soy valiente!

Ahora mismo estoy asustadísima. Mucho más que cuando me corté intentando saltar la verja del jardín de casa. 

El temor y la angustia me atenazan completamente y crece, aun más, cuando noto la mano fría de mi padre que me ayuda a levantarme de la camilla.

Pero la enfermera, en la despedida, sigue insistiendo:

-"Una valiente.... toda una valiente".

Y yo maldigo el pánico que me posee e inunda y que me impide gritar que esas dos personas no son mis padres.

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