HILANDERAS
Ella siempre hablaba del famoso hilo rojo. De ese hilo que une para siempre a dos personas a través de una realidad paralela, sublime, existencial y que según cita la leyenda japonesa posee una base anatómica real: la arteria que conecta el corazón con la punta del dedo meñique... de lo más importante a lo más futil y banal.
No sé como anda de hilanderas el destino, pero sé de algunas que moldearon su fama como las Moiras griegas -Atropos o Lachesis-, las parcas romanas (Decuma o Morta), o las laimas bálticas y las Morigan celtas, uniendo corazones y destinos para la eternidad tanto en la tragedia como en la pasión. Dibujando los paisajes más hermosos de la entrega y la devoción.
Pero sé de alguna que, indiferente al azar, teje y desteje, une y separa, se congratula en la risa y en el llanto, en la cercanía y el alejamiento, en el desdén y en la dicha, en el placer y en el dolor. Hay alguna que más que tejedora juega a confeccionar enredos y enredos para convertir la vida de los humanos en una especie de comedia dispar.
Hasta en eso, las tejedoras del azar actuales escriben con líneas torcidas... Muy torcidas. Será cosa del cambio climático.
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