SABER Y SABER

Desde pequeño descubrí que aquello era un fuente sin límite de conocimiento. Y, ávido de sabiduría social, me volqué en la biblioteca del colegio como el voluntario más entregado que se podía recordar en los más de 50 años del Centro. 

Lejos de decaer mi entusiasmo, medró y medró mi ansia en el Instituto, y con ello mi afamada reputación y mi prestigio erudito. Destaqué en la Facultad y las consultas ascendían exponencialmente de tal forma que ninguna opinión era más reclamada que la mía llegado el momento de la realización de un TFG, de un Master o de aquellos trabajos de investigación que solicitaban los catedráticos más duros.

Era evidente mi salida laboral. No hubo dudas. La Biblioteca Pública más demandada de la ciudad se mudó en mi verdadero hogar.

Todos alababan mi afán extremo por la sabiduría y algunos incluso se atrevían a divagar sobre la razón de una vocación tan definida. Pero nadie sabía, en realidad, la verdad..... 

¿Erudito? ¿Docto? ¿Un hombre renacentista? ¿Un entregado al servicio de la sociedad? ¿Un letrado? ¿Un investigador? ¿Ejemplarizar el concepto clásico de sabiduría? ¿Ser la referencia de la cultura?

Y yo todas las noches, en el archivo donde guardaba mis diarios desde la etapa escolar, seguía pasando a limpio las anotaciones que tomaba cada día en la faena, como llevaba haciéndolo desde hace 30 años.

-"Hoy ha retirado la señora Lidia tres libros de arte amatoria. 

Rompe la línea temática de los últimos tres meses (sólo escogía libros de autoayuda). 

Conclusión: Seguro que ya ha fijado presa.

 Hipótesis: La próxima retirada será de poesía o de novela erótica. Comprobar en 30 días los resultados".

¡Qué bonito es cotillear la vida de los otros sin que nadie se entere!

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